FOTOS: Jhymi Bolaños
Grandes o pequeños, de colores llamativos, personajes extraños o jocosos, aunque la gente mayor los interprete como una agresión a la propiedad privada, es imposible negarles la categoría de arte. Algunas paredes de nuestra urbanización sirven de lienzo para los graffitis que, bellísimos, le dan a las calles un matiz diferente y acogedor.
La historia moderna nos remonta al Nueva York de los años 60 como punto de inicio de esta variante artística, con las firmas de sus autores como contenido prioritario. Hoy se encuentran graffitis en cualquier parte del mundo, con temáticas que oscilan entre lo social y lo ficticio. Las paredes de las Mz. S, H y J del II sector de Monserrate son prueba fehaciente de ello.
Empero, nuestro país aún no reconoce oficialmente esta expresión, por lo que los graffitistas prefieren trabajar a escondidas y limitarse a un seudónimo como señal de identificación. Las pintas más conocidas son las de los apodados “pienza”, “santas” y “tato”. 
Resulta comprensible la molestia de alguna parte del público que ve en el graffiti una expresión de vandalismo, propia de desaptados o vagos. Pero, quiérase o no, se trata de una variante también cultural que ha logrado el reconocimiento en otras partes, por lo que no podemos mantenernos ajenos a su existencia e importancia, sino apoyarla y celebrarla.
Aunque hoy es un lugar dedicado a la comercialización de pinturas, antes tuvo otro sentido, orientado a la educación. Con el nombre de Taller de Artes Plásticas “Zaguán”, sito en la ex casona Macedonio de la Torre, en el Centro de la ciudad, impartía clases a los jóvenes con esta vocación. La galería nació ya con la idea de tener un espacio para vender los trabajos de los nuevos talentos. 
Velásquez Vera añadió que la existencia de más espacios de difusión hace que la competencia aumente y las pinturas reduzcan sus precios. Esto favorece al público trujillano porque empieza a consumir arte, y ello conlleva a un proceso de culturización, muy necesario en cada ciudadano. También gratifica al artista, toda vez que su obra es reconocida y demandada. 
Además, el espacio ofrece los servicios de enmarcado, asesoría en decoración y pinturas a pedido. Aunque el público responde activamente en la apreciación de la pintura, la demanda suele ser inestable, pues se produce mayormente por temporadas, cuando acontece alguna fecha especial, como Fiestas Patrias, Navidad, Año Nuevo, Días de la Madre y el Padre, etc. 
Sobre el sentido de promover en Monserrate estos espacios, Cruzado refiere: “la idea es motivar y sensibilizar al hombre, humanizarlo, devolverle su esencia, que se va perdiendo con el mal uso de los medios y los avances tecnológicos”. También anhela poder abaratar los costos, a fin de que el arte esté al alcance de todos, no restringido para un solo sector social, como hasta ahora. 
